Recién entrado el mes de junio las noticias van superponiéndose. En marzo ya vivimos la suspensión de las fallas, la suspensión de nuestra fiesta más universal. En abril vimos pasar una Semana Santa virtual. Una Semana Santa que no existió... vimos por televisión, por las redes, otros momentos vividos en otros años, pero la ausencia del presente nos hizo mirar con esperanza el futuro.
Las fiestas de mayo quedaron reducidas a la nada. La mejor fiesta y evento era volver a pisar la calle, era poder encontrarnos con la naturaleza, era como un volver a empezar, desde la cercanía pero guardando las distancias... toda una fiesta a la supervivencia, al reencuentro de las personas.
Todas las fiestas se han ido olvidando, las tradiciones se van guardando, aunque ellas y nosotros seguimos esperando, para que el paso de los días no sepulten el olvido. Ni primeras comuniones, ni trajes, ni visitas a las casas recién pintadas, con olor a pulimento, o pastas recién sacadas del horno. Ni pastas dulces, ni saladas… Vivimos el día a día, como si nada pasara.
El olor a incienso, enramada y velas permanecen mudas y expectantes, el silencio de la música, de nuestra Banda, las marchas Triunfal de Blanco y Cebrián, o la solemne Sacris, de Jaime Texidor Dalmau, no sonaran por la calle de San Vicente o por la calle Mayor; los pasacalles al son de Amparito Roca, Xàvia, Paquito el Chocolatero, o el Tío Ramón, no se dejarán oír ni a la hora que el sol aprieta, ni al declinar de la tarde.... esa Romería andante que desde 1974 programó Pascual Cebriá también quedará suspendida entre la provincia de Castellón y Valencia... por el riesgo de los tiempos que corremos; el silencio callado, será el mejor aliado para despedir este semestre entre la nostalgia y la esperanza.
2020 un año diferente... vendrá julio, que solo sabe de calor, de toros y vaquillas. Que solo sabe de ilusión de las quintas y los quintos del año con la camiseta de colores, que nos recuerdan que las fiestas mayores, las fiestas patronales están llamando con insistencia a la puerta de nuestro corazón… Esperamos cada año el Libro de fiestas, las comidas populares, las orquestas. Las tracas enmudecerán la noche del catorce de agosto, los vistosos trajes permanecerán plegados en blancas piezas de tela que miran con vehemencia a las guapas señoritas que recién cumplidos los dieciocho años quieren estrenarlos para los días de fiesta grande.
Los "cartonets" se seguirán sorteando, pero no sabemos dónde fueron a parar las calles adornadas, la carnavalesca cabalgata cargada de charangas, de música, de infinita sinfonía de trajes sorprendentes, de bebida a punta pala, de marchosa fiesta que pone en marcha la ilusión de todo un año de Festeras y Festeros, Clavarios y Clavariesas, que explosionan Casinos en el mediero de agosto.
Casinos, suspende sus fiestas, Casinos, como todos los pueblos sigue las pautas marcadas, pero a nadie se nos escapa que estamos ante un año diferente, ante un año que solo el silencio puede rubricar nuestros actos. Esta crónica se levanta desde el afecto, desde las sensaciones encontradas, desde los momentos "no vividos", porque el 2020 es un año cargado de situaciones no vividas, y en ese por llamarlo de alguna forma "sin vivir", estamos tod@s, porque TOD@S somos Casinos, y un trozo muy grande de nuestro corazón se queda en esas fiestas de agosto, se queda en todas nuestras celebraciones.
Al final, si tuviéramos que definir el verano de Casinos, es un abanico tan extenso, que solo se explica con una palabra ¡CASINOS! Y esa palabra tan vinculada a nosotros, empieza y termina el ciclo de cada año en un momento único y es el día 18 de agosto cuando el Santísimo Cristo de la Paz, vuelve a su casa. Ahí acaba y empieza la ilusión del verano y las fiestas de Casinos.
¿Qué pasará este agosto? Hoy día cuatro de junio, poco puedo predecir, solo hay una noticia, es la mirada puesta en el 2021. Solo deseo para todos una cosa, salud. La ilusión suprema es que pase este "letargo" y que en verdad tengamos un brillante amanecer cargado de buenas noticias y excelentes proyectos.