Para la mayoría de los valencianos, el cardenal Benlloch es sólo una dirección.
Personalmente, no lo podía olvidar, pues pasaba todos los días sobre su tumba en la Real Basílica ce la Virgen de los Desamparados.
Una buena amiga me ha dado ocasión para refrescar mi memoria.
Alicia Giner Casino dice que tiene tinta en el corazón, le viene de cuando acompañaba a su padre en la redacción y en la sala de rotativas del diario Las Provincias, que entonces estaba donde ahora tenemos el Centro de Arte Hortensia Herrero en la calle del Mar.
Tiene el don de escribir libros no demasiado largos, donde, a la vez que te enteras de cosas interesantes, sientes la relación de la autora con el tema que trata. Y suele ser una relación, cómo diría, apasionada.
Así ha ocurrido que sus últimos libros sobre temas taurinos, donde confiesa su paso de antitaurina a defensora: "Entre flores, sangre y arena", su encuentro con el toro bravo, "El toro bravo. Savia del árbol de España", donde conocemos detalles de famosos toreros y ganaderos y, finalmente "José Luis Osborne Vázquez", bodeguero y ganadero del que vemos todavía las siluetas de su toro en todas las carreteras importantes, estén vendiéndose en las más dispares naciones a través de las plataformas.
Cambió de tema, le inquietaba el recuerdo familiar del cardenal Juan Bautista Benlloch y Vivó, tío tatarabuelo suyo, y se lamentaba del olvido de su figura en su tierra natal. Me movió el gusanillo de mi afición a la Historia y me ofrecí a colaborar, sobre
todo en la bibliografía.
Existían biografías, escasas, una de ellas reciente publicada en Burgos, pero Alicia quería otra cosa, conocer mejor al cardenal y entablar una relación personal con él. Hablar de sus hechos, pero todavía más de su alma. Y ya tenemos el libro en las principales plataformas de venta: "Juan Bautista Benlloch y Vivó, cardenal arzobispo de Burgos. Un valenciano universal".
La verdad es que Benlloch fue todo un personaje. Valenciano de raíz, nacido en 1864, vinculado familiarmente al "Huerto de las flores", propiedad de su familia en la actual zona de Blasco Ibáñez, puso toda su vitalidad e inteligencia al servicio de la Iglesia, donde llegó muy alto, arzobispo de Burgos y cardenal, pero no llegó a dar de sí todo lo que se esperaba. Pues murió relativamente joven, a los 62 años.
Siendo coadjutor de la parroquia de los Santos Juanes, se recuerda que pasaba entre los puestos del mercado – todavía no existía el actual Mercado Central – envuelto en su manteo y diciendo: Lloc a Benlloch. Más adelante, su forma de vida socialmente abierta – cantaba en las fiestas – le ocasionó críticas entre los clérigos más puritanos.
Estuvo primero de obispo en Solsona, pero creo que su mejor época fue como prelado de Urgell y Co-Príncipe de Andorra, compartiendo el cargo con el Presidente de la República Francesa. Fue una revolución muy bien recordada allí, en lo que era un remoto y atrasado país y al que dio su himno nacional y consiguió conectarlo por carretera con España, entre otras obras públicas y de educación. Incluso se vio obligado a declarar la guerra a Alemania y el Imperio Austro - húngaro en 1914.
Burgos se le quedaba pequeño, y lo abrió al mundo fundando allí el Seminario Nacional de Misiones Extranjeras. El papa Benedicto XVI quería abrir una obra tal en España, y le escribió personalmente al que creía capaz de hacerlo, nuestro ilustre paisano.
El rey Alfonso XIII y su gobierno deseaban mejorar la relación con las repúblicas sudamericanas. Y mandaron a Benlloch a recorrerlas, en una embajada memorable.
En la preparación y los actos de la coronación de la Virgen de los Desamparados, tuvo Benlloch un gran protagonismo, movió a personajes importantes, trajo a Valencia a los reyes y pronunció importantes discursos.
Y mucho más. El libro de Alicia se lee de un tirón, será presentado el próximo 18 de diciembre en el Salón de la Vicaría de Evangelización, sito en la calle Avellanas nº 12; nos vuelve orgullosos de uno de los nuestros, que es mucho más que una avenida.