Oriana y Tony, amor y desamor tras su paso por Supervivientes. FOTO TELECINCO.ES De tanto en tanto, Telecinco nos descubre a singulares seres humanos que acaba explotando hasta la saciedad y pese a tener a la mayoría de telespectadores en su contra. Estos personajes no empatizan con el espectador. Es algo que se encuentra en el ADN de la propia cadena. Ha ocurrido y seguirá ocurriendo. La polémica les acompaña y los índices de audiencia también -aunque ya no tanto como antes-. Pero no por el cariño que se les tiene. A la gente, le gusta ver humillados a esos singulares seres humanos que no suelen tener otro oficio ni beneficio que montarla y gorda en un plató de televisión. Vamos, lo que viene siendo todo lo contrario a entretenimiento de calidad en la pequeña pantalla.
El último caso ha salido de esa oda a la inteligencia llamada “Mujeres, hombres y viceversa”, y se llama Oriana Marzoli. Una niña pija de 22 años que, lamentablemente, representa a una parte de los jóvenes de hoy en día. Chicos y chicas más preocupados por estar guapos, por cultivar el cuerpo y porque no se les agote el bono del Solmania que por leer un poco y aprender otras cosas de la vida más allá que salir de fiesta y beber cubatas. Oriana Marzoli fue a Supervivientes pero tardó pocas horas en poner pies en polvorosa, no sin antes llorar a moco tendido diciendo que no le gustaba el coco, que solo lo había probado en helados.
Como reemplazo fue su novio, un rubiales de ojos azules llamado Tony Spina, que también había salido de ese programa que presenta cada mediodía Emma García y que arrasa entre la gente joven (recordemos que España es uno de los países con más paro entre este grupo de edad de toda la Unión Europea y hay que matar el tiempo entre la llegada del gimnasio y sentarse a comer). Y es que aquí no vale llamarse tampoco María José, Manolo o Paco, hay que llamarse algo tan exótico como Oriana y el Toni de toda la vida se transforma en Tony porque queda más guay. Pero bueno, eso es otro debate, que cada uno se customiza el nombre cómo quiere. En definitiva, el chico fue a la isla. Y fuera, Oriana supuestamente se lió con un ex gran hermano que pasaba por ahí -por ahí, por una discoteca, no vayan a creerse que estamos hablando de un museo, una biblioteca o de una manifestación en contra de la troika- y como a lista a Tele 5 no le gana nadie, al ser expulsado al chico le mostraron las imágenes de su novia “o sea” y se armó la de San Quintín. Y esto es lo que a la audiencia le gustó de Oriana.
La humillación de una chica supuestamente guapa, porque hay que reconocerlo tiene una sonrisa muy bonita -aunque habría que verla sin maquillar-, y muy superficial delante de millones de telespectadores. Las redes sociales ardieron en su apoyo al novio. Daba igual si el ex gran hermano que pasaba por ahí se la podía haber jugado a Oriana o no, lo que mola era que ésta había sido abandonada y repudiada en directo. Vamos, como en una película americana donde la cruel chica de instituto al final acaba humillada por la chica fea que, de repente, se convierte en cisne. Cuando ocurre esto, nos ponemos siempre al lado de la fea, de la humilde, de la, en definitiva, chica normal. Nos encanta ver humillados a lo guapos y creídos. Y he ahí el éxito de esta chica pija llamada Oriana Marzoli. Si el tal Spina hubiera actuado asegurando que aquí no pasa nada, Oriana Marzoli no hubiera hecho caja, él tampoco, pero ella menos y no se hubiera convertido en una (casi) copia de Aida Nizar y de la cruel chica guapa del instituto.
Porque no pasa nada por ser guapa, ni por ser pija pero a la gente le chirría la mala educación de éstas y la crueldad que algunas personas pueden llegar a gastar. Cuando hablo de Aida Nizar no hablo de la chica guapa del instituto, por supuesto, hablo de crueldad. De las tantas y tantas veces que la gran hermana más polémica de todas las ediciones de Gran Hermano ha sido abucheada por el público y echada de platós de televisión, conflictos legales con T5 incluidos. Oriana Marzoli va en camino, si no lo es ya, de convertirse en la nueva Aida Nizar, a tenor del odio que se le tiene en las redes sociales, las nuevas y verdaderas armas de expresión de la gente.
Su extraña forma de hablar, viva imagen del pijerío más absoluto, algo que un elevado porcentaje de gente detesta. Ir acompañada siempre de su glossy de labios, como Aida con su boli, sus caras de insolente cuando se le critica o no se le sigue la corriente, sus risas burlonas… y, por si fuera poco, soltar frases como “no puedo con la gente fea”. ¿Alguien puede realmente con esta chica? Porque Oriana sabe muy bien donde dar para herir. En el último debate de Supervivientes su vocabulario tan limitado solo le dio para defenderse respondiendo a Chiqui insultándola físicamente, “eres muy feíta” y repitiéndoselo hasta la saciedad. Lo que, en principio, resultó gracioso, acabó siendo abucheada por el público e incluso insultada, a lo que ello respondió con varias peinetas y la consecuente expulsión del plato. Luego, pidió disculpas en Sálvame Diario, pero seguramente no lo sentía. Cosas de los managers… las pijas crueles no tienen esa humildad.
Ahora el reloj de arena, esperemos, se encuentra boca abajo. Contando los días o semanas que el tema Oriana y Toni, perdón, Tony, se vaya diluyendo y deje ocupar minutos en TV y ella vuelva a sus barras de labios, a sus horas de maquillaje y a su mundo superficial creyendo que una cara bonita (y una mala educación) lo arreglan todo en esta vida. Aunque, de momento, Telecinco dándole minutos y minutos… y la gente odiándola.
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