Héctor González. El
edificio que alberga el ayuntamiento refleja como pocos la vida, las
costumbres, las características de sus habitantes y, en definitiva,
la idiosincrasia de cada localidad. Me encanta visitarlos y
recorrerlos, por anodinos que algunos puedan parecer desde fuera.
Dentro seguro que guardan rincones con encanto, o, como poco,
estancias donde han sido escritas algunas de las principales páginas
de su historia. Siempre empiezo, eso sí, por el tablón de anuncios
para repasar edictos y notificaciones. De ellos he extraído
bastantes simientes de noticia.
El
castillo palaciego de los condes de Albalat, en el municipio del
mismo topónimo, iniciado a finales del siglo XV, deslumbra con su
pose. Participar en uno de los plenos en su histórico salón o
alcanzar el culmen local de ejercer como alcalde debe llenar
especialmente cuando se ejerce desde tan ilustre edificio. Estoy
seguro de que así lo sintió Vicente Almenar en sus diversas etapas
y supongo que ahora lo disfrutará igualmente Nicolau Claramunt.
Como
insisto, cada casa consistorial muestra su encanto. La de Burjassot,
con su singular colorido, ha alcanzado el rango de centenaria.
Sucedió a unas antiguas escuelas municipales. La de Alfafar,
presidiendo la sosegada plaza poeta Miguel Hernández; o la de
Paiporta, que irrumpe como un imponente torreón junto al barranco,
merecen una visita. También la de Quart de Poblet, con su torre del
reloj y su entorno peatonal.
En
este último caso, como en los de Alboraya o Torrent, nos topamos con
edificios funcionales, con paradas de metro cercanas aunque, como
suele suceder en la mayoría de estos céntricos inmueble, de alta
dificultad para aparcar en la periferia. No menos ocurre en
Xirivella, con el rojizo casi estridente que envuelve el consistorio,
precedido por un imponente pórtico de firmes columnas. El de La
Pobla de Farnals lo recuerdo por las veces que lo he transitado,
aunque también por la sensación de calma que transmite la plaza que
lo precede.
Recomiendo
un recorrido por los inmuebles consistoriales de l´Horta. Por los
citados y por otros que, por falta de espacio, no he mencionado.
Incluso iría más allá. También por algunos edificios públicos de
propiedad municipal habilitados para diferentes usos, como el palacio
de Cruilles, en Alfara del Patriarca; o, desde luego, el palacio de
los Aguilar, en Alaquàs, que tanto empeño puso el por entonces
alcalde local, Jorge Alarte, en que pasara a manos del municipio.
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