La psicóloga infantil Rosa Jové, durante su charla en Caxton College. EPDA
Rosa Jové es capaz de darle la
vuelta al cuento de Caperucita Roja y convencer a su público, con determinación
y un tono afable, de que el lobo es la víctima de la fábula. De este modo
heterodoxo, la psicóloga infantil trata de demostrar que, en general, “la
historia está hecha por quien la escribe y las cosas pueden cambiar en función
del punto de vista desde el que se miren”.
En el caso de la educación infantil
la historia se ha contado, a veces, “pensando en el propio egoísmo de los
padres, quienes no están, en muchas ocasiones, dispuestos a ceder parcelas
personales en favor de su recién nacido”, asegura Jové. Entonces, ¿cuáles son
los principales problemas con los que se encuentran los padres a la hora de
criar un niño? En palabras de Jové, básicamente son cinco los que más preocupan:
la alimentación, el sueño, las rabietas, el apego y el control de esfínteres.
“Los padres solemos tener un ‘chip’
autocentrista que nos impide ver las cosas con los ojos de los niños”, comenta
Jové. Por eso, en muchas ocasiones, las señales que emiten los niños son
malinterpretadas por los adultos cuando en definitiva, por ejemplo, “el llanto
es la única forma que el bebé tiene para que le atendamos. Su llanto siempre
tiene un motivo, pero muchas veces pensamos que lo hace para incordiarnos y
decidimos no atenderlo correctamente”, comenta la psicóloga infantil.
Para esta especialista, el apego con
sus progenitores es la primera necesidad que tiene un bebé, puesto que su
actividad cerebral en los primeros años es emocional y no racional. “Un niño
que se siente querido genera mayor autoestima y mayor actividad neuronal que otro
sin afecto familiar, según se ha podido confirmar en multitud de estudios
científicos desarrollados al respecto desde hace décadas”, señala Jové.
En no pocas ocasiones, los padres
cometen el error de enfrentarse a sus hijos pequeños como si fuesen adultos. “A
los niños hay que respetarlos y tratarlos como personas que son. No podemos
utilizar con los niños métodos que moral y éticamente serían reprobables si los
utilizásemos con un adulto. Y con ello nos referimos a gritarles, darles
cachetes, dejarles llorar… Quizá los niños tendrían que llevar un cartelito que
dijese algo así como: –Perdonen las molestias pero estamos aprendiendo”,
advierte la especialista infantil.
Por otra parte, Jové sugiere que “la
crianza es un camino, una evolución y no una carrera. Cada niño alcanza su meta
cuando está más maduro. Por ello, no hay que forzar a los niños en razón de las
estadísticas pediátricas que trabajan con medias ponderadas. Afortunadamente la
horquilla para que el niño aprenda a controlar su esfínter, el sueño o a
disfrutar de la alimentación es amplia y salvo casos alarmantes, no hay que
preocuparse”.
Por último, es muy importante cómo
se comportan los padres socialmente y la relación que mantienen entre ellos, ya
que son un modelo educativo para el menor. “Los padres somos el diccionario con
el que ellos comienzan a interpretar el mundo y a tener criterio”, asegura Jové, autora de libros de referencia como La escuela más feliz.
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